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SEXO, AMOR Y OTRAS HISTORIAS






Capítulo 2
LA RESPUESTA


Desde bien pequeña he aplicado "la lógica", y puede que por ese motivo, en el colegio, mis profesoras le dijeran a mi madre que era una niña inteligente, que no lista, ya que ambos términos se confunden con muchísima facilidad. Pues bien, yo no me quedaba conforme con lo que mi madre me había dicho sobre el tema de por qué todo el mundo era blanco menos yo, y de vez en cuando preguntaba a ver si con suerte, la respuesta me dejaba satisfecha.
Mi madre, viendo lo que se le venía encima, un día me contó una historia:
"Silvia, tú sabes que los bebés están dentro de la barriguita de las mamás ¿no? Y yo le respondí que sí. Pues bien, tú tienes una mamá que te llevó en la barriguita, y otra que soy yo, además de la Virgen María que es la madre de todos" (sí, mi madre era católica practicante, y metió a la Virgen también en el ajo)



La historia me dejó tan alucinada que ya no pregunté nada más, ya lo del color pasó a un segundo plano, porque ¡tenía tres madres! Era tal mi excitación que estaba deseando llegar al cole al día siguiente para contarle a mi mejor amiga que yo tenía tres madres. Me sentía importante, porque como mucho los demás niños solo tenían dos.


Verónica era mi mejor amiga. Fuimos inseparables durante toda nuestra infancia y adolescencia, ya que en el instituto también fuimos juntas en el mismo curso. Una vez que dejamos el instituto, nuestras vidas tomaron rumbos diferentes, pero siempre me da muchísima alegría cuando coincido con ella, ya que esa nostalgia de la niñez me hace que la vea con mucho cariño.
Al llegar al cole, lo primero que hice fue contarle que yo tenía tres madres. Mi profesora me escuchó con atención relatar la historia y me llamó para hablar conmigo. Me dijo que si podía repetirle la historia que yo le estaba contando a Verónica y ni corta ni perezosa, la volví a contar.
A los pocos días llamaron a mi madre para contarle lo sucedido y esta les explico de manera "adulta", evidentemente, el quid de esa cuestión.
"Mi hija, en realidad es mi nieta, pero su madre no ha querido saber nada de ella, y mi marido y yo la estamos criando como a una hija más"
Mi profesora le dijo que no había nada más que hablar, que yo era su hija y ella mi madre.



Jamás he permitido que nadie me dijera que mi madre era mi abuela. La primera persona a la que dije mamá fue a ella, la primera persona a la que identifiqué como mi madre, era a ella, la persona que ha hecho posible que yo siga estando en este mundo y sea la persona que soy hoy, es ella, porque parir es un acto puntual, criar, educar y amar es otra cosa.
Es cierto que a pesar de haber tenido una relación compleja, mi madre ha sido la persona más importante de mi vida, de hecho sé que ella sigue estando conmigo, jamás se ha separado de mí, aunque ya hayan pasado 24 años desde aquel 1 de noviembre en el que tuve que aceptar que ya nunca la volvería a ver...


No hace mucho, en mi casa, sucedió un hecho un tanto extraño con una bombilla. Aparentemente era una simple bombilla que se había fundido, pero yo quiero pensar que no. La bombilla empezó a parpadear hasta que la luz se apagó, pero esta se rompió de una forma poco usual y yo, como en muchísimas ocasiones estaba pensando en mi madre, pero justo en ese momento tenía un pensamiento muy concreto y fue cuando la bombilla se rompió. 
Decidí no tirarla, y la he colocado dentro de un cuenco que tiene forma de corazón. Yo siento que fue una señal hacia el pensamiento que yo tenía y en otro momento entenderéis el motivo.
Hay personas que creemos en el Ángel de la Guarda, y yo soy una de ellas, porque no os imagináis la protección que yo he sentido sobre mí desde aquel 1 de noviembre de 1995.


Un hecho muy terrible iba a suceder después de saber yo la historia de las tres madres. Digo terrible, porque para una niña de cinco años, el mundo, no es el mundo real tal y como lo concibe un adulto. Cuando eres adulto, afrontas hechos traumáticos de una manera muy diferente a como lo hace un niño, ya que la niñez puede marcar muy severamente tu personalidad posterior, aunque afortunadamente sé que no tengo secuelas de nada, ya que siempre he tenido este carácter alegre que según todo el mundo me define.
Yo no contaba con el hecho de que esa mamá, en cuya barriguita yo había estado, un día podía aparecer...y sí, apareció.


Normalmente era mi madre la que iba a recogerme al cole, y una tarde, aparece mi madre con mi tía, su cuñada, hecho que me llamó la atención, pero no dije nada. Durante el camino de regreso a casa, yo iba cogida de las manos de ambas y justo un poco antes de llegar mi tía me dijo: 
"Silvia, ¿te acuerdas de la historia que te ha contado tu madre sobre tu otra mamá?" Sí, respondí, la que me llevó en su barriguita. Pues bien, me dijo mi tía, esa mamá está arriba en casa, cuando la veas le das un beso. ¡Toma ya! Sin anestesia. Subimos y al abrirse la puerta una mujer llorando se vino para mí y me cogió en brazos balbuceando no sé que de "mi niña".
Ese fue para mí el primer contacto con la mujer que me había dado la vida, y recuerdo como mi cuerpo se quedó lacio, como un peso muerto, ya que ese primer contacto, me produjo mucho rechazo.
No me gustó su olor, ni la sensación del contacto corporal y mucho menos que me diese besos en la cara. Cuando me bajó al suelo, yo me fui corriendo para mi madre, buscando su protección, su olor, su contacto y sus besos. Yo no quería nada con aquella mujer, de la misma manera que luego a lo largo de toda mi vida, ella tampoco quiso nada conmigo.


Esto en sí, no fue el hecho terrible al que me refiero, no. El hecho terrible, fue lo que tuve que escuchar minutos después. Mi madre le dijo a su hija: "La niña es tuya, si quieres, te la llevas". En ese momento yo entré en pánico, no entendía por qué mi madre decía eso, ¿dónde me iban a llevar?  ¿cómo que "la niña es tuya"? ¿pero qué estaba diciendo?
La respuesta de aquella mujer fue: No, la niña os la podéis quedar vosotros. Y yo respiré tan aliviada, que creo que esa noche dormí como nunca.
Con el paso de los años, siempre le eché en cara a mi madre lo que dijo, pero ella me explicó que lo dijo con la boca pequeña, que jamás me hubiese dado a nadie, pero que al no entender de leyes, creía que tenía la obligación de entregarme a mi madre biológica, pero que nunca fue su intención separarse de mí, y cumplió su palabra. Jamás se separó.


El título de madre o padre, no te lo da el parir, o el engendrar. Ese título te lo da el rol que se asume cuando se decide ser el padre o la madre de alguien, independientemente de su origen. Es cierto que el roce hace el cariño, y cuando te dan mucho amor, creces fuerte y seguro de ti mismo.
Entiendo perfectamente que mi madre biológica no me quisiera, ni yo a ella, puesto que aún habiendo tenido esta primera oportunidad de quererme, ya que solo tenía cinco años, decidió que no y no hubo roce, por lo tanto tampoco cariño. Y yo jamás me he sentido mal por este hecho, ya que como he dicho y seguiré repitiendo a lo largo de esta historia, mi madre es la mujer que aunque no me dio la vida, sí me la conservó.


Os preguntaréis donde queda la otra parte de esta historia ¿no? ¿dónde está mi "padre"?
Ya hablaremos de él en otro capítulo...





Aquí tenía dos años y medio y aún no sabía todo lo que me tenía reservada mi vida.











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Etiquetas: artículo de opinión , blog , Blogger , capítulos , Editorial , identidad , memorias , mi vida , mis ideas , opinión , pensamientos , reflexiones
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